De su figura atenta, dispuesta y siempre optimista podríamos tallar piedras con la certeza de lo inmodificable. Es que el hombre se gratifica en su naturalidad y asume su diario roll con el amor y la responsabilidad máxima.
Newbery ha irrumpido en su vida como un accidente geográfico puede modificar un espacio territorial de un momento para otro. Se adaptó a él y lo hizo parte de su vida, de su familia como si fuera un designio, o más bien un sacrificio impuesto por alguna veleidad caprichosa.
Y a la reciproca él ha venido a cedernos su tiempo, su incondicionalidad y constancia para que nuestros pibes estén en presencia y vestiditos cada vez que el árbitro de turno pegue su pitazo inicial.
Así… humilde y silenciosamente, Villita se ha ganado el aprecio de todos sin necesidad de ningún otro componente ajeno a su personalidad y trabajo.
En tiempos donde la mezquindad, el individualismo y los desvalores le han ganado a los genuinos sentimientos, ejemplos como este son imprescindibles de enmarcar, para colgarlos como paradigma en la galería de los buenos aforos.